Palabras mutantes

"Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación."

(Santiago 5:12)

Parecieran tan lejanas las épocas en las que la palabra empeñada tenía valor por sí misma. Esas palabras que salían de la boca y que eran el resultado de un proceso productivo en el que participaban la mente, el corazón y la firme determinación y convicción de lo que se estaba diciendo.
El problema con las palabras es que el contexto vivido en el momento en que las mismas salen de la boca, con el correr del tiempo cambiará. Y serán sólo aquellas personas con suficiente hombría (valga esta palabra tanto para hombres como para mujeres) las que serán capaces de mantenerlas. Veo todo el tiempo personas haciendo afirmaciones con sus bocas o prometiendo cosas que luego sufrirán un proceso de mutación. Cuando veamos a esas personas unos días después y les preguntemos por lo que dijeron, recibiremos como respuesta “no… no… es que no entendiste lo que quise decir…”, o en el peor de los casos “…yo no dije tal cosa”. ¿Estamos locos nosotros? Esa es una opción que habría que analizar, jejejeje, pero lo más probable es que esas palabras originales se hayan convertido en "palabras mutantes", palabras cuyo significado ha variado debido a un nuevo contexto en el que se han introducido, han cambiado las intenciones y/o conveniencias del autor.
La Palabra de Dios es contundente al respecto: Hay condenación para quienes profieren palabras mutantes. El deseo y la intención de Dios es que seamos personas íntegras, creíbles, personas dignas de confianza, personas cuyas simples palabras sean suficientes porque la calidad de persona las respalda.